La discriminación hacia las personas migrantes en Colombia
Continuamente, la discriminación hacia las personas migrantes en Colombia se sustenta en debates de tipo ideológico, su criminalización y otros prejuicios y estereotipos. Uno de los argumentos más comunes para justificar la xenofobia es la supuesta amenaza que las personas migrantes venezolanas representan para el mercado laboral colombiano.
Por ejemplo, en septiembre de 2022, el presidente Gustavo Petro propuso acelerar el reconocimiento de los títulos profesionales de las personas migrantes venezolanas. Esto desató una oleada de comentarios en X, donde usuarios expresaron su descontento, alegando que los migrantes «nos quitan el trabajo» y precarizan el mercado laboral al aceptar salarios más bajos. Durante esa semana, las menciones xenofóbicas en la red social aumentaron un 57% respecto al promedio del año.
En marzo de 2023, durante las manifestaciones de repartidores de Rappi contra la reforma laboral, la narrativa que vinculaba a los migrantes venezolanos con la precarización del trabajo se intensificó. En esa semana, las menciones en X aumentaron un 354%, alimentando prejuicios y estereotipos hacia las personas venezolanas en el país.
Similar fue la reacción frente a las denuncias sobre mesas técnicas en el Congreso que buscaban convalidar los títulos de médicos integrales comunitarios de Venezuela. Los comentarios en X afirmaban una supuesta preferencia del gobierno hacia la población migrante, como una de las causas de la desatención a las necesidades de los médicos colombianos y cuestionando la formación profesional de los médicos venezolanos. Durante esa semana de julio de 2023, las menciones con contenido xenofóbico aumentaron un 16.9% en comparación con la media del año.
Competencia por puestos de trabajo
Pero, ¿Qué tan ciertos son los discursos que aluden a la competencia por puestos de trabajo entre personas migrantes y ciudadanos colombianos, y que afirman que, con la llegada de esta población, el trabajo para los colombianos se precarizó? Desde El Barómetro, analizamos las estadísticas de la Gran Encuesta Integrada de Hogares (GEIH) del DANE, desde 2022 hasta el tercer trimestre de 2024, explorando aspectos relacionados con el mercado laboral y el acceso al empleo de manera conjunta y por género. Los datos desmienten algunas de las narrativas más difundidas:
Las cifras muestran que las personas migrantes venezolanas tienen una mayor tasa de ocupación que los colombianos. Por ejemplo, en el tercer trimestre de 2024, la tasa de ocupación de los migrantes fue más del 10% superior a la de los colombianos. Esta tendencia se ha mantenido durante el periodo analizado. Esto podría explicarse por la generalizada informalidad en la que se ocupan las personas migrantes, que tienen mayores tasas de empleo informal comparado con los colombianos. Por ejemplo, en el tercer trimestre de 2024, la tasa de informalidad fue del 23.1%.
Sin embargo, cuando miramos las tasas de desempleo, la historia es diferente. Aunque las personas migrantes presentan una mayor ocupación, también enfrentan tasas de desempleo más altas que los colombianos, excepto en los dos primeros trimestres de 2024. En el tercer trimestre de ese año, la tasa de desempleo de los venezolanos fue 0.8% mayor.
Además, los ingresos de la población migrante son menores en comparación con los de los colombianos. En el tercer trimestre de 2024, los ingresos promedio de los colombianos superaron en $383.978 pesos a los de los migrantes. Es decir, la alta tasa de informalidad y los bajos ingresos sugieren que las personas migrantes no nos están ‘quitando’ empleos formales a los colombianos, sino que se están insertando en espacios donde las condiciones laborales ya eran inestables y precarizadas. No obstante, su estado de vulnerabilidad económica las ha convertido en víctimas de formas específicas de precarización laboral que trascienden a la falta de protección social y que incluyen prácticas como la explotación salarial.
Dada la alta informalidad, la mayoría de la población migrante trabaja por cuenta propia, aunque esta cifra ha ido disminuyendo. En el primer trimestre de 2022, el 54.09% de los migrantes estaban autoempleados; para el tercer trimestre de 2024, esta cifra bajó al 47.83%. Por otro lado, el empleo en el sector privado aumentó del 37.09% al 43.93% en el mismo periodo. Aunque algunas medidas estatales han ayudado a mejorar la situación laboral de la población migrante, aún es necesario establecer políticas que se enfoquen en la integración efectiva de las personas migrantes a través de empleos formales y bien remunerados que incidan en la disminución de brechas para esta población.
En este contexto, las mujeres venezolanas constituyen el grupo más afectado, dada su condición de vulnerabilidad frente al género y la migración. Esta doble condición las posiciona en mayor riesgo económico. Por un lado, tienen una mayor tasa de desempleo comparado con las mujeres colombianas y los hombres de su misma nacionalidad. En el tercer trimestre de 2024, las mujeres migrantes tuvieron una tasa de desempleo 2.6% mayor que las colombianas y 7.7% mayor que los hombres migrantes. Por otro lado, las mujeres migrantes ganan menos. Para el tercer trimestre de 2024, las mujeres migrantes ganaron $426.965 pesos menos que las colombianas y $238.389 pesos menos que los hombres de su misma nacionalidad en promedio.
Las alarmantes cifras de desempleo y bajos ingresos hacen que las mujeres migrantes sean más propensas a tener menor autonomía económica, sufrir violencias y perpetuar roles de género tradicionales que las confinan al trabajo de cuidado sin ningún tipo de remuneración.
En este sentido, se hace necesario establecer políticas de integración económica que aborden la doble discriminación que enfrentan las mujeres migrantes, a fin de frenar su vulnerabilidad económica. Esto implica aumentar su acceso a empleos formales y bien remunerados, en articulación con políticas que busquen reconocer, redistribuir y reducir la carga de cuidado tradicionalmente asignada a las mujeres. Además de fomentar la participación de la sociedad civil y organizaciones de mujeres y feministas que incluyan la migración dentro de sus agendas.
En conclusión, los datos nos invitan a replantear los discursos que culpan a la población migrante venezolana de la precarización del mercado laboral colombiano. Lejos de quitarnos empleos, las personas migrantes se insertan en sectores caracterizados por la informalidad y condiciones laborales desfavorables, lo cual refleja su situación de vulnerabilidad económica. Sin embargo, la doble discriminación que enfrentan las mujeres migrantes resalta la importancia de enfocar esfuerzos en reducir las brechas de desempleo e ingresos que enfrentan.
Si deseas ampliar la información sobre la empleabilidad de la población migrante venezolana en Colombia, te invitamos a leer el informe “Más Allá del Mito: Empleabilidad e Ingresos de la Población Migrante Venezolana en Colombia (2022-2024)”.
Realizado por Andrey Rincón Rojas, Asistente de Investigación de El Barómetro.